Las cosa que tiene Dosis Mínima, esa maratón hacia ninguna parte, es que me obliga a escribir cada día y a desengrasar, como mínimo, un par de conexiones sinápticas para hacerlas coherentes y que se me entienda la voz sin carraspeos ni tonterías. Y me sirve a mí mismo como borrador de ideas y como esquematizador de conceptos, a la vez que dejo claras cuatro monsergas que yo mismo no tenía demasiado bien enunciadas acerca de los juegos, los tebeos y las películas.
Es una sensación peculiar y contradictoria la que se obtiene de auto-obligarse a escribir, apetezca o no. Primero, es un alivio que a mitad de los textos, siempre, en todo caso, se haya arrancado con ímpetu o no, serpentea en el estómago el alivio, ya que siempre acaba pudiendo la necesidad de comunicar, la idea que se perfila según se escribe, la sensación de que quizás alguien reciba un dato, una opinión, una cosica que encuentre positiva. Y se coloca el punto final con ganas y alegría, independientemente de los motivos de la capitular de inicio. Segundo, las urgencias del tiempo y el rosario de temas nunca dejan cien por cien satisfecho al que escribe, pero cuando miras atrás, me parece que fue ayer (que digo ayer, hace un par de horas) que empecé y ya llevo cincuenta y pico posts, y eso quiera uno o no no es algo que queda ahí y que es estupendo, un orgullo y si alguien gusta de lo que digo y deja su comentario, pues es una cosa y un interactuar que a mí al menos, un adicto a la discusión por banal que sea, me satisface y me trempa no poco.
Total, que Dosis Mínima dar no dar, pero para lo que recibe, ya podemos calificarlo de cosa afortunada y que esperemos que aguante.
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