lunes, 4 de mayo de 2009
Declaración de intenciones
Tecleo, enmedio de abundantes pero muy dignas inanidades para una revista de tirada masiva e intenciones modestas, una brevísima disertación sobre qué es el steampunk, camuflada entre los rigores y los corsés de la crítica de género. Es decir, que me acojo a las imposiciones de mis editores y mis lectores (que no se lo creerán, pero intelectualmente son infinitamente más conservadores que quienes ponen la pasta para que la portada lleve o no una quinta tinta, cuestión que nos debería, por lo menos, hacernos parar a pensar cuatro cosas), y hablo de lo que quieren leer: que si los gráficos bien, la mecánica de juego terrible (pero terrible, oigan) y las opciones limitadicas. Mi pequeña rebeldía, la de introducir una nota disonante de cuatro líneas en la que menciono a Gibson y a Moore como apunte de influencia estética en un juego que no llega ni a mal imitador de Wild Wild West, es intelectualidad pura: nadie entre quienes corrigen y aprueban mis artículos me va a hacer el más mínimo comentario sobre lo que he escrito, pero quizás alguno de nuestros jóvenes lectores lea el mensaje entre líneas que intento graparle, con muy poca discreción, en las narices. Para que lo vea claro. Igual que yo lo veía claro cuando en Fantastic Magazine destacaban Parker Lewis Nunca Pierde entre toda la purria de ficción adolescente que programaban las teles autonómicas en los noventa. O cuando detectaba los aullidos de desesperada iconoclastia que respiraban las columnas de David J. Schow en cada numero de Fangoria. "Nene, que me gano las habichuelas escribiendo lo que me dicen que escriba. Pero eso no quiere decir, necesariamente, que me importes una mierda. Lee entre líneas, coño"
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario