jueves, 19 de febrero de 2009
Línea plana
Vuelvo de un preestreno de The Wrestler contento con cierta épica de la nada, poco habitual en las historias de auges y caídas. Mucho menos en las de ambientacion deportiva. Como en The Wrestler ese deporte es algo tan poco olímpico como la lucha libre, esa nada se convierte en ultranada. Y cuando el protagonista triunfa y su suerte parece cambiar, los premios que obtiene son migajas de la vida: un polvo apresurado, un trabajo lamentable, una raya rácana en un baño, una reconciliación con una adolescente borde y un par de palabras amables de una stripper. En vez de mostrar la típica montaña rusa de emociones, una subida hasta el cielo y un descenso al infierno, The Wrestler solo se entretiene en emociones apagadas, en líneas vitales que no son una cordillera frenética sino una leve cochambre mesetaria. Una pena que la película precise del reencuentro con los códigos narrativos habituales de gloria, triunfo y sacrificio, porque en cien de sus ciento diez minutos, The Wrestler parece apuntar con un bufido hacia el punto exacto en el que confluyen las vidas de los vencedores y de los perdedores: aquel en el que alguien te llena el pecho y la espalda de grapas.
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