lunes, 23 de febrero de 2009

Capítulo 2: la metáfora

Deben de estar enterados de la existencia de este blog menos gente de la que puedo contar con una mano, y ya me andan reprochando la mayoría de ellos (hagan matemáticas con esto: salen unos números rarísimos) que menuda cobardía la del último post, la de agachar la cabeza y decir, cuando nadie está ni siquiera escuchando aún, que ya me da vergüenza gritar cuatro chuminadas por pudor. Antes de empezar, como quien dice. Y que me voy a poner a hablar de peliculicas y tebeúchos con el escudo invisible bien a la vista, ese que me hace escribir de las infabilidades que entiendo para no perder tiempo afrontando lo importante. Que es a lo que vienen ustedes. Que para lo otro ya tienen los otros sitios.

La cosa en realidad funciona de otra manera.

Pero eh. me ganará inquietudes. Ustedes y yo estamos sentados, yo escribiendo y ustedes leyendo, y en realidad esto es una salita de espera en la que vamos hablando de intrascendencias hasta que llegan los desasosiegos. Y entonces, cuando llegan, yo los cuento y todos sabremos qué narices estábamos esperando hasta ese momento. Porque ahora no tenemos ni idea. No sé si me explico. No me pidan que les enseñe la picha, porque de momento tengo que seguir con los tebeos y las películas: sólo estoy empezando a vislumbrar una esquina de aquello. De la picha metafórica, digo. Pero está más que bien. Está chula la metáfora esta, aunque de momento solo asome la puntica. Así que ténganme paciencia, que de cuatro posts, llevamos tres de metamierda. Centrémonos en algo de interés.

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