Para combatir el deprimente sopor y el curioso dolor de cabeza que me produce la estancia en La Manga, deambulo por algunas urbanizaciones semiabandonadas por las que solía holgazanear los primeros años que estuve aquí, con apenas doce o trece años. Mis estancias ahora son un mero playa-casa, casa-playa. La poca gente con la que me trataba ya no veranea aquí, o peor: están casados y con hijos, para arqueamiento de cejas mío y desesperación de mis padres. Gente a la que le costaba recordar su segundo apellido, hoy responsables de encauzar a nuestras futuras generaciones. Luego nos quejaremos.
Decía que para combatir la ininterrumpida siesta en la que se convierte la semana anual que paso aquí, deambulo por las urbanizaciones (diría "callejones", pero La Manga solo consta de una calle y dos playas; la única manera de ocultarse del tráfico constante es colándose en propiedades privadas ajenas). Manga Beach, Mangalán, El Galán, Euromanga, Eurovosa, un trabalenguas de necedad nominativa que rima en polvoriento pareado con un par de descubrimientos de adolescencia. Uno supuso cierto cambio en mi percepción de la gente y de cómo valorarla.
A finales de los ochenta, buena parte de mi escuetísima paga para tebeos se iba en una colección llamada Marvel Heroes. Era un contenedor de un entonces novedoso sistema de publicación de tebeos denominado "Limited Series": series que nacían con un número previsto de episodios y sin vocación de continuidad. Hoy un sistema extendido, por aquel entonces era casi experimental, y por eso calzaban aquellas primeras Limited en esa colección unitaria: para que el público no se perdiera con la multiplicación de cabeceras. En el colmo de los colmos, la primera y hoy mítica Limited Serie de Punisher, como el personaje aún era desconocido, se publicada fragmentada en entregas de ocho páginas al final de cada número de Marvel Heroes, acompañando a ponzoñas como Kitty Pride y Wolverine o Vengadores vs. X-Men. Por aquel entonces, las decisiones editoriales ni se discutían ni se cuestionaban: eran lo que eran, y creíamos que, además, eran las únicas posibles, pero un cosquilleo de inquietud me asediaba por culpa de aquella Limited de Punisher. Los increíbles dibujos de Mike Zeck, mucho más delicados, sobrios y mejor acabados (responsabilidad del entintador John Betty, posiblemente) que cualquier otro tebeo de la época, la devastadora violencia que despedían, el agrio guión, muy apegado al género de la acción vigilante que por aquel entonces reventaba taquillas de serie B gracias a las películas de la Cannon... y unas increíbles portadas con una textura a medio camino entre el hiperrealismo y la caricatura pictórica de un Will Elder que se hubiera preocupado por guardar las formas y las anatomías... Era una combinación superior a cualquier tebeo de la época, y teníamos que devorarlo en paupérrimas entregas de cuatro pares de páginas. Entregados por aquel entonces a la batmanía o lo que tocara, no conocí a nadie en mi entorno habitual que disfrutara de esta explosiva serie, que yo ni siquiera leí entera: llegué tarde a los primeros números de Marvel Heroes, y el concepto de los números atrasados en Murcia era una entelequia.
A lo que iba: en La Manga conocí a un chico un par de años mayor que yo a través de la piscina de un amigo, que eran un poco los bares de alterne para menores de edad. De cloro hasta las orejas, descubrimos más de un interés común. Uno de ellos eran los tebeos de superhéroes. Él, creo recordar que de buena familia, contaba con mucha más liquidez para la compra de papel, y me pudo poner al corriente de las tramas secundarias que se me escapaban en las minúsculas entregas mensuales de Punisher que se me habían escapado. El descubrimiento, sin embargo, la gran revelación consistió en descubrir que la magnitud de la experiencia no consistía en la lectura del tebeo en sí, sino en compartir una fantasía (la historia de Punisher infiltrándose en una prisión para liquidar desde dentro a su archirrival Puzzle, todo plasmado en papel con un ritmo iracundo y de constante tensión que nos metía a los críos en una espiral de violencia cerebral sin ningún sentido) y describirla a gritos entre vítores y palabrotas recién aprendidas. No se confundan: no estoy hablando de compañerismo inocente ni de amistad infantil, sino en reafirmación del ego a través del descubrimiento, por primera vez, de alguien igual a uno mismo.
No volví a ver a este joven de quien he olvidado el nombre. Pero ese otoño, al llegar a casa, decidí redactar, con papel y lápiz, reseñas y puntuaciones para todos los videojuegos que tenía en mi Commodore 64. Fueron mis primeros textos ensayísticos sobre papel. Fue, tras aquel verano, mi primera búsqueda desesperada de otros como yo.
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2 comentarios:
Tengo, -encuadernados por imprenta en tomo único ¡menudo borrico era entonces!-, los seis primeros números de Marvel Heroes, cosidos al especial navidad “Emperador Muerte” y al especial verano Spiderman vs. Wolverine. Es posible que le haga ilusión tenerlos a juzgar por lo que cuenta, si quiere el volumen, suyo es…
No, hombre. Lo suyo, suyo es. Yo aún conservo aquellos tebeos más o menos intactos. Creo que con los huecos correspondientes en la colección.
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