martes, 3 de marzo de 2009

Milkshake, milkshake

Raul y yo coincidimos en que tenemos necesidad de volver a tocar, sudar, gritar e insultar en directo. Me hace pensar en que, en términos del puñetero rock sobre un escenario, me siento completamente incapaz de escapar a los tópicos de la visceralidad, la comunión entre la gente, el poder del ruido, la masculinidad desacerbada y la épica del sudor. Todo suena a asquerosamente vivido por cientos, miles de personas antes, y me repugna entrar en un círculo de emociones compartidas, pero no hay más. Es así. Miren que me he entrenado durante años para tomar cualquier posición y defenderla al ver una película, al leer un tebeo, al escuchar un disco, la posición que más rabia me dé, la que más cabree al que tengo delante, la que se me ponga en los cojones. Pero es pasar a la primera persona, sobre un escenario, y me veo envuelto en una maraña de tópicos sobre el rock que a mí mismo me escandalizan: la mugre, la furia, la purificación. Estando ahí arriba no sabe uno si siente de verdad o si es parte de otro mediocre documental sobre las glorias del live forever de la VH1. Tendre que vivir con esa confusión, pero eh, por una vez, me miro, no me entiendo y me parece de puta madre.

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