lunes, 27 de julio de 2009

Grande como un dios

Contemplo fascinado Big Man Japan, una casi alienígena película japonesa que mezcla parodia descarnada y rendición respetuosa del cine de monstruos gigantes. Muy críptica en su mensaje, que se esconde camuflado en una dicharachera chorrada hiperventilante, me toca la fibra sensible con un rinconcito de su guión que delata que, indudablemente, me estoy haciendo mayor: el protagonista es un anodino japonés que, cuando Tokyo es atacada por monstruos gigantes, crece de tamaño y se enfrenta a la fauna alienígena de rigor golpeándoles con una enorme barra de acero. Él es la última generación de una saga de anabolizados héroes de la que también formaron parte las generaciones inmediatamente anteriores de su familia, como atestigua el fragmento de un documental retocado en blanco y negro, donde hordas enfervorecidas de japoneses blanquinegros presentan sus respetos al abuelo del protagonista. Nunca he sido muy fanático de los mantos de héroe que se trasmiten de generación en generación, y sin embargo, en esta ocasión, el enfoque me ha hecho reflexionar: el protagonista de Big Man Japan no quiere la responsabilidad de salvar Tokyo cada vez que a un monstruo alienígena le de por pisotear los jardines de la ciudad, pero está obligado por una mezcla de conciencia heroica y tradición familiar. De todos los tipos de héroe, el que más me fascina es el que lo hace por obligación, y de todos los que lo hacen por obligación, me parece el más decadente, sin duda, el que lo hace por respetar una tradición no verbal ni escrita, que él supone y construye. Teniendo en cuenta cómo acaba la película, con una revelación casi mística de las auténticas, minúsculas, intrascendentes dimensiones de su tarea, no estoy muy seguro de que a Big Man Japan le parezcan menos entrañables ni lamentables que a mí las motivaciones de su protagonista.

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