miércoles, 17 de junio de 2009
Zoom hacia el infinito de colores planos
Reviso la película de Bob Esponja y vuelvo a caer de rodillas, desarmado, ante el encanto primitivo pero inusualmente sofisticado de su imaginación, su estética y su humor. Su arriesgada reflexión sobre la inevitabilidad de convertirse en adulto y lo que eso conlleva, pero la necesidad de hacerlo sin perder de vista la Chuminada Energúmena y Juvenil se da la mano con impúdicos atrevimientos estéticos que hacen de ella un carrusel de bofetadas sensoriales de alto voltaje. Hoy lo hablo con Alvy, cada vez me doy más cuenta, y quizás empieza a hacerse demasiado tarde ara convertirlo en un discurso como merece (pero aquí dejo constancia para que nadie pueda decir que no llegué a declararlo en alta voz), de que el cine y la tele de animación son la forma expresiva más grande del lenguaje audiovisual, muy por encima del cine en imagen real, y ese plano-contraplano que tantas veces da ganas de mandarlo todo a la mierda. Cinefobia sufrimos todos cuando al ímpetu narrativo le puede el formalismo del encuadre, pero a un dibujo animado... a un dibujo animado y a su primitiva, cinética, hipersensorial y esencialista forma de entender la realidad y los sueños solo se le puede tener devoción.
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